RED SOLIDARIA CON LA RESISTENCIA EN HONDURAS
LOS GOLPISTAS HONDURENOS DECRETARON AYER 26 HORAS DE ESTADO DE SITIO.
EL MUNDO › OPINION
Los problemas del viejo golpismo
América latina necesita la derrota del golpe hondureño para desalentar cualquier ilusión de regresar a una práctica que asoló la región durante décadas. Necesitaba el regreso de Manuel Zelaya, tanto como los hondureños mismos. Por eso la decisión comprometida de Lula, acompañado por el gobierno argentino y los de la mayoría de la región. Si se aceptaba la permanencia de Micheletti hasta las próximas elecciones, aunque sólo fueran unos pocos días, se habría legitimado el golpismo al darle un triunfo.
Aunque civil, Roberto Micheletti es un golpista latinoamericano clásico: gorila, anticomunista y proclive a la hegemonía de Washington en la región. Da la impresión de que los paralelismos llegan hasta allí. Porque Zelaya no es la víctima típica del golpismo sino que se trata de un hombre que llegó desde la derecha y en la marcha fue virando tibiamente hacia la izquierda.
Otra diferencia importante fue la reacción de los gobiernos latinoamericanos reunidos en la Unasur. La mayoría de las veces, las víctimas de los golpes eran la mancha blanca en el mapa, rodeados de regímenes protofascistas que inmediatamente reconocían al nuevo gobierno de facto. Esta vez dieron su respaldo al mandatario depuesto.
En ese marco, el elemento más diferenciador ha sido por un lado Brasil y por el otro Washington. En el caso de Brasil, durante las largas décadas de golpes militares, ese país no tenía prácticamente incidencia en la región. Esta vez, Lula decidió un protagonismo muy activo por la restauración democrática. Es evidente que una vez que Brasil optó por la integración, su peso se hace sentir y un síntoma muy claro es que Zelaya eligió su embajada.
Que se haya refugiado en la Embajada de Brasil, que desde allí haya realizado declaraciones y hasta actos políticos son hechos que reniegan de la explicación del canciller Celso Amorim de que Brasil “sólo le abrió la puerta”. Zelaya no se hubiera movido sin tener la seguridad de que sería recibido y Brasil tampoco hubiera asumido ese protagonismo sin sondear antes a Washington. Y hasta es probable que esos antecedentes hayan sido los que convencieron al depuesto mandatario hondureño de regresar y resignar la seguridad del exilio.
Los golpistas siempre habían actuado con el respaldo de la Casa Blanca y de los demás gobiernos de la región. Esta vez, el rol de Obama ha sido diferente, a pesar de lo cual fue criticado. Sobre estas reacciones hizo una ironía: “Antes criticaban a Estados Unidos porque intervenía en la región y ahora me piden que intervenga”.
Lo decía por los que le reclamaban una acción más decidida. Lo cierto es que su posición desconcertó al golpista Micheletti que ahora reclama “respeto a la soberanía de Honduras”. La estrategia para el golpe siguió el viejo molde y una de las acciones previas había sido armar un lobby en el Congreso norteamericano. Varios senadores republicanos, encabezados por Jim DeMint, de Carolina del Sur, a los que se sumó el lobby de los cubanos de Miami, hicieron presión sobre el Departamento de Estado. Su factor de negociación sobre Hillary Clinton fue el bloqueo de la designación del nuevo encargado para América latina, Arturo Valenzuela, y la del nuevo embajador en Brasil, Tom Shannon. Tanto Valenzuela como Shannon, los dos operadores clave de la política de Obama para la región, todavía no han podido asumir porque DeMint los tiene frenados.
No hay ninguna garantía de que el consenso democrático en América latina sea eterno, y mucho menos la posición de Washington. En cambio, el protagonismo de Brasil en estas situaciones ya es algo irreversible y aunque ahora coincide con la corriente mayoritaria, tampoco hay garantías de que suceda lo mismo en el futuro.
Estas coincidencias demuestran que se trata de un momento histórico especial en el continente. Pero el golpe de Micheletti demostró también que en todas estas sociedades sigue palpitando la tentación del golpismo frente a los procesos de cambio.
EL MUNDO › “NADIE NOS VUELVE A SACAR”, DIJO DESDE LA CAPITAL HONDUREñA
Zelaya sorprendió con su vuelta
El presidente se asiló en la Embajada de Brasil, recibido por una multitud. Los golpistas pidieron a Brasilia que lo entregue. EE.UU. lo vio como una oportunidad para salir de la crisis.
Manuel Zelaya volvió a Honduras. De manera clandestina y en horas de la madrugada, el presidente constitucional burló los controles, regresó a Tegucigalpa y habló refugiado desde la embajada de Brasil. “He vuelto por la voluntad del pueblo para construir la democracia”, aseguró. “Que todos los hondureños vengan para aquí a protegernos, a evitar cualquier malentendido”, lanzó enseguida. De inmediato, miles de hondureños se movilizaron y coparon los alrededores de la sede diplomática. “Sí se pudo, sí se pudo”, empezó a corear la multitud. “A partir de ahora nadie nos vuelve a sacar de aquí: patria, restitución o muerte”, clamó el mandatario. Rápido, helicópteros del gobierno de facto comenzaron a surcar el cielo para supervisar los movimientos en la embajada mientras el despliegue policial crecía por las calles de la capital y voceros golpistas, a pesar de los hechos, seguían negando que el presidente constitucional se encontrase en el país.
Pero Zelaya, de camisa blanca, pantalón negro y sombrero de ala ancha, ya estaba adentro. “He venido a dialogar de frente; abriremos contactos con diferentes organizaciones de la sociedad para que la paz y la tranquilidad vuelvan a Honduras”, anunció, tras lo cual aseguró que buscará entablar negociaciones cuanto antes. Su apuesta, para ello, es traer al secretario general de la OEA de inmediato sobre el terreno. “Mañana (por hoy) el secretario general José Miguel Insulza está aquí. Me ha dicho que se quería venir hoy mismo, pero llega mañana”, afirmó. Sin embargo, la dictadura decretó un toque de queda desde las 16 hora local de ayer hasta la madrugada de hoy para desmovilizar a los manifestantes y por la noche anunció el cierre de los aeropuertos. Lejos de mostrarse dispuesto a la negociación, el régimen le pidió a la embajada de Brasil que lo entregue. “Hago un llamado al gobierno de Brasil a que respete la orden judicial dictada contra el señor Zelaya entregándolo a las autoridades competentes de Honduras”, señaló Micheletti en un mensaje leído en la Casa Presidencial.
Sin precisar cómo había entrado en su país, Zelaya aseguró que hizo “mil proezas” y un periplo de unas 15 horas para ingresar en territorio hondureño. “Se tuvieron que realizar diferentes movimientos en varios países, se tuvo que cambiar de transportes, hacer planificaciones para poder evadir retenes militares, postas policiales y los círculos de control que existen”, precisó el hondureño. “El presidente Zelaya atravesó montañas y ríos para llegar a estar junto a su pueblo”, detalló su canciller, Patricia Rodas.
Sobre la llegada a la embajada brasileña en Tegucigalpa, Celso Amorim, canciller brasileño, fue el encargado de brindar los detalles. “Una hora antes de la llegada de Zelaya, una diputada hondureña llamó a la Embajada de Brasil en Honduras diciendo que la esposa del presidente, Xiomara Castro, quería hablar con el encargado de Negocios en nuestra sede diplomática para pedir si Zelaya podía refugiarse allí”, precisó el canciller desde la sede de la ONU en Nueva York. Amorim explicó entonces que, en ese momento, el diplomático Francisco Catunda se comunicó con Itamaraty y él mismo, previa consulta con Lula, dio la luz verde. Aún más, Amorim aseguró que en la reunión que mantendrán en los próximos días Lula y el presidente estadounidense Barack Obama en el marco de la ONU, el asunto será abordado (ver aparte).
La postura de Estados Unidos, primero, fue cautelosa. “Instamos a que las partes hagan un ejercicio de prudencia y eviten cualquier acción que pueda derivar en un brote de violencia”, señaló Ian Kelly, vocero del Departamento de Estado. No obstante, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, definió más tarde una posición y afirmó que la vuelta de Zelaya “era una oportunidad para terminar con la crisis”. “Ahora que el presidente Zelaya ha regresado sería oportuno devolverlo a su puesto bajo las condiciones apropiadas, seguir adelante con las elecciones previstas para noviembre, contar con una transición pacífica de la autoridad presidencial y llevar de nuevo a Honduras al orden constitucional y democrático”, señaló Clinton desde la sede de la ONU en Nueva York.
Zelaya afirmó, en declaraciones a la prensa, que todas las acusaciones que se vertieron en su contra desde el golpe de Estado eran “calumnias y difamaciones sin ninguna clase de fundamento”, y dejó en claro que no teme afrontar posibles procesos en su contra. “No tengo ningún temor a la Justicia. Estoy preparado para responder de forma honesta a cualquier cuestionamiento”, sostuvo. “Nunca he violado ninguna ley, nunca he cometido ninguna falta”, insistió el presidente constitucional hondureño, quien ayer tuvo reuniones con ministros y líderes de la resistencia al golpe.
El mandatario depuesto ya había intentado volver a Honduras en al menos dos ocasiones: el 5 de julio pasado, vía aérea, y el 24 de julio, vía terrestre a la altura del paso fronterizo de Las Manos. Ayer, cuando comenzaron a circular los rumores acerca de su vuelta, las principales figuras del gobierno de facto optaron por negar los hechos. “Zelaya está tranquilo en una suite de un hotel de Nicaragua”, había dicho el dictador Micheletti cuando faltaban sólo minutos para que Zelaya empezara a hacer declaraciones desde la embajada brasileña. “Son mentiras, no está aquí”, agregaba, a su turno, el coronel golpista Ramiro Archaga, vocero del ejército.
Los hechos devorarían sus palabras. Juan Barahona, dirigente sindical del Frente de Resistencia Popular, afirmó que con Zelaya en Honduras, la dictadura no resistiría ni 24 horas. Se iniciaba un nuevo capítulo.
EL MUNDO › LA RECEPCION EN HONDURAS AL RETORNO DEL PRESIDENTE
Cómo cambió el escenario
Desde la izquierda, el diputado Marvin Ponce afirma que Zelaya volvió a causa del desgaste de la dictadura y desde el tradicional Partido Liberal, el legislador Eric Rodríguez exhorta a Micheletti a dialogar.
Manuel Zelaya necesitaba una vuelta de alto impacto tras dos intentos frustrados y tres meses en el exilio. Desde aquellos intentos, Estados Unidos canceló las visas a los golpistas, pero nunca condenó como “golpe” a la asonada militar, lo que habría significado una fuerte sanción económica a la dictadura y el Nobel Oscar Arias se reunió con los candidatos a presidente en una mediación destinada a fracasar. Nada parecía modificar la nueva realidad de los hondureños. Ayer, el escenario cambió radicalmente.
Para el político Marvin Ponce, que forma parte del colectivo Frente Nacional por la Resistencia, Zelaya no se lanzó a la aventura. “Creemos que había avanzado en un acuerdo con los militares. Este acuerdo incluye que el Congreso dé una amnistía a los golpistas y que se negocie un gobierno de reconciliación nacional”, dijo a Página/12 el diputado de la izquierdista Unificación Democrática. Y lo justificó: “El gobierno de Roberto Micheletti está debilitado porque una parte de los militares le retiró el apoyo y los partidos tradicionales han expresado que quieren volver al acuerdo de San José de Costa Rica”. Además, Ponce subrayó la importancia de la última reunión del Nobel con los candidatos hondureños: “Arias planteó que las elecciones debían realizarse con la restauración del orden democrático”.
El mandatario derrocado propone un diálogo con todos los sectores, incluyendo su partido, el Liberal, que en gran parte le dio la espalda. Eric Rodríguez, diputado de esa formación, afirmó a este diario que él apoyaba la vuelta de Zelaya. “Significa la restitución del proceso democrático. Sería importante iniciar un diálogo nacional.” Se le preguntó por qué siguió en funciones de legislador para un gobierno ilegítimo. Y su respuesta no despejó las dudas: “Vigilamos al gobierno de Micheletti y seguimos en contacto con Mel Zelaya. Creíamos que ésa era la mejor posición. ¿Qué esperamos? Bueno, que la OEA y la ONU apoyen al presidente legítimo y que Micheletti dé muestras de querer dialogar”.
Al optar primero por negar la presencia de Zelaya y callar después, los golpistas parecen haber sido tomados por sorpresa. Más tarde, respondieron con un toque de queda. Por eso el gremio de maestros, el más organizado de Honduras, adelantó que comienza hoy un paro indefinido. “La gente está muy entusiasmada –dice, mimetizado con la efervescencia en las calles, Lorenzo Sánchez, del sindicato docente–. La resistencia y el pueblo en general esperamos que se revierta el golpe”, coincidió Berta Oliva, de la comisión de familiares de víctimas de la represión. Ponce sintetizó el momento político que vive Honduras por estas horas: “Falta claridad”.
EL MUNDO › OPINION
¿El principio del fin?
Zelaya ya está en Tegucigalpa y su ingreso a Honduras, burlando las “medidas de seguridad” instaladas a lo largo de la frontera, debería marcar el comienzo del fin del régimen golpista. Son varias las razones que fundamentan esta esperanza.
Primero, porque los gorilas hondureños y sus instigadores y protectores en Estados Unidos (principalmente en el Comando Sur y el Departamento de Estado) subestimaron la masividad, intensidad y perseverancia de la resistencia popular que, sin desmayos, manifestaría su oposición al golpe de Estado. En realidad, tamaño rechazo no estaba en los cálculos de nadie, si nos atenemos a la historia contemporánea de Honduras. Pero el nuevo rumbo decidido por Zelaya: su positiva respuesta ante largamente postergados reclamos populares tuvieron un efecto pedagógico impresionante y desencadenaron una reacción popular inesperada para propios y ajenos.
Segundo, el régimen golpista demostró ser incapaz de romper un doble aislamiento. En el frente interno, quedó en evidencia que su base social de sustentación se reducía a la oligarquía y algunos grupos subordinados a su hegemonía, incluyendo los medios de comunicación dominados sin contrapeso por el poder del capital. En el flanco internacional el aislamiento de Micheletti y su banda es casi absoluto: salvo poquísimas excepciones toda América latina y el Caribe retiró sus embajadores, y lo propio hicieron varios de los países más gravitantes de Europa. La misma OEA adoptó una línea dura en contra del régimen y, a poco andar, el único apoyo externo con que contaba el gobierno provenía de Estados Unidos. Este, sin embargo, siguió una trayectoria declinante que se fue acentuando con el paso del tiempo.
Tercero, porque las ambiguas políticas del gobierno de Estados Unidos –producto de la puja interna dentro de la administración– que facilitaron la perpetración del golpe de Estado fueron definiéndose en una dirección contraria a los intereses de los usurpadores. Si el inicial rechazo al golpe manifestado por Obama fue luego atenuado y entibiado por su antigua (¿y actual?) rival, la secretaria de Estado Hillary Clinton, el carácter indisimulablemente retrógrado de Micheletti y su entorno, así como la interminable sucesión de exabruptos e insultos dirigidos a Obama cada vez que la Casa Blanca expresaba alguna crítica a Tegucigalpa, fueron creando una atmósfera cada vez más antagónica en relación con los golpistas.
Cuarto y último, el régimen instaurado el 28 de junio constituye un serio dolor de cabeza para Obama porque desmiente enfáticamente sus promesas de fundar una nueva relación entre Estados Unidos y los países del hemisferio. La continuidad del régimen golpista haría aparecer a Obama como un político irresponsable y demagógico o, peor aún, como alguien incapaz de controlar lo que hacen y dicen sus subordinados en el Pentágono, el Comando Sur y el Departamento de Estado. Y esto se liga con otro asunto sumamente importante y que excede el marco de la política hemisférica: su credibilidad en la arena internacional. Al mostrar su impotencia para controlar lo que ocurre en su “patio trasero” los gobernantes de otros países –especialmente China, Rusia e India– tienen razones para sospechar que tampoco será capaz de controlar a los sectores más belicistas y reaccionarios de Estados Unidos, para quienes sus promesas de alentar el multilateralismo equivalen a una capitulación incondicional ante sus odiados enemigos. Esto es particularmente grave en momentos en que Obama está negociando con Rusia un nuevo acuerdo para reducir el arsenal nuclear de ambos países. El fracaso de este acuerdo tendría un costo económico enorme sobre el presupuesto público en momentos en que ese dinero se necesita para aventar los riesgos de una profundización de la crisis estallada en el 2008. Pero para persuadir a los rusos de que su plan de reducción de armamentos es viable tiene primero que demostrar que está en control de la situación y que sus halcones dentro del Pentágono no le quebrarán la mano. Cada día que permanezca Micheletti en el poder equivale a un mes más de difíciles conversaciones con Medvedev y Putin para convencerlos de que sus promesas se traducirán en hechos. Porque si no puede controlar a los suyos en Honduras, ¿podrá hacerlo cuando se trate de una cuestión estratégica y vital para la seguridad nacional de Estados Unidos?
* Politólogo.
EL MUNDO › LULA DIO EL PERMISO
Respaldo de Brasil
Desde Brasilia
“Los ojos de mundo están puestos sobre Brasil y sobre Honduras.” El presidente de facto, Roberto Micheletti, resumió acertadamente la situación en su país luego de que Manuel Zelaya burlara los controles fronterizos y fuera acogido en la embajada de Brasil. Mientras la misión diplomática sudamericana se convertía en centro de las atenciones de Tegucigalpa, en Nueva York el canciller brasileño Celso Amorim expresaba su respaldo pleno al mandatario depuesto. “Nosotros le ofrecimos abrigo y a la vez ayuda en el diálogo con las fuerzas políticas de Honduras.”
El canciller negó que su gobierno haya tenido participación alguna en el plan que llevó a Zelaya de regreso a su país, pero aceptó que ordenó darle asilo tan pronto le fue pedido. Una fuente que conoce los movimientos del Planalto consultada por Página12 hizo este razonamiento: “Si la presidencia ayudó o no al mandatario nunca se sabrá, lo que está claro es que cuando golpeó la puerta de la embajada Amorim lo autorizó a entrar y eso no ocurre sin el permiso de Lula”.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva volaba hacia Nueva York cuando se conoció la noticia, y no se descarta que la situación en Honduras sea uno de los temas que aborde mañana en su discurso de apertura de la 64ª Asamblea anual de la ONU, en el que seguramente reiterará su censura al embargo norteamericano contra Cuba. Lula ha mostrado interés desde el mismo día del golpe, cuando tomó contacto con Zelaya a poco de su deportación a Costa Rica. El 13 de agosto el mandatario recibió a Zelaya en Brasilia con el status de presidente constitucional y hace dos semanas anunció que no reconocerá al gobierno surgido de los comicios montados por los golpistas para el próximo 28 de noviembre.
Para Brasilia, la Casa Blanca ha sido poco “enérgica” con la coalición cívico-militar hondureña. Además de disentir con Washington, Brasil tampoco aprueba a libro cerrado la estrategia del venezolano Hugo Chávez, a la que le achaca falta de habilidad diplomática.
EL MUNDO › LA CANCILLER HONDUREñA LLAMO A CFK PARA INFORMARLE EL REGRESO DEL MANDATARIO
Una línea directa con Zelaya
La Presidenta bregó por el respaldo de la OEA y la ONU a Manuel Zelaya, el presidente de Honduras derrocado por el golpe cívico-militar de Micheletti. La canciller Rodas llamó a CFK “por un pedido especial de Mel”, en reconocimiento a la actitud de Argentina.
Desde Nueva York
“Espero ahora un rol muy activo de organismos como la OEA y la ONU. Los presidentes debemos apoyar la vuelta del presidente constitucional a Honduras, porque estamos ante un simulacro de elecciones y un simulacro de democracia”, sostuvo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ayer en Nueva York a propósito de la sorpresiva aparición de Manuel Zelaya en Tegucigalpa. La Presidenta fue de las primeras en enterarse del retorno por boca de la canciller hondureña Patricia Rodas, quien la llamó por un pedido especial de Mel. Quedaron en conversar mañana, cuando ambas coincidan en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La Presidenta acababa de ingresar al salón del hotel Four Seasons, donde se reuniría con el secretario general iberoamericano, el uruguayo Enrique Iglesias. En ese momento, al canciller Jorge Taiana le pasaron con gesto urgente su celular en el que pudo escuchar la emocionada voz de Rodas. “Mel está en Tegucigalpa”, le anunció, para luego deshacerse en agradecimientos a todo lo que había hecho Argentina para que ese momento sucediera. En medio del torrente de palabras, Taiana le pedía precisiones. “Me estaba por reunir con Iglesias y escuché gritar a Taiana. Me preocupé porque Taiana no es de gritar”, contaría luego Cristina Kirchner. El canciller le pasó el teléfono a la Presidenta para que Rodas la pusiera al tanto de la novedad. “Mel me pidió que te llamara en agradecimiento al apoyo que siempre le has dado y me avisó que no bien pueda se iba a estar comunicando contigo”, le dijo. La información que le dio era que Zelaya estaba en Tegucigalpa, que iba caminando hacia una oficina de las Naciones Unidas junto a su familia y un grupo de simpatizantes. También le dijo que ya había dado una entrevista radial comunicando su retorno.
En medio del trajín de la jornada de ayer en Nueva York, en la comitiva argentina se siguieron informando paso a paso de lo que sucedía en Honduras, que no era poco. Que las Naciones Unidas informaban que no tenían a Zelaya en sus oficinas, que el presidente de facto Roberto Micheletti aseguraba que Mel seguía en Nicaragua y que él se iba a hacer deporte, que el presidente desplazado informaba que en verdad estaba en la Embajada de Brasil, dato que luego Brasil confirmaría.
Desde Nueva York el meneo podría resultar demasiado caribeño, pero los funcionarios argentinos ya sabían con qué bueyes se estaba arando. Al fin, la Presidenta viajó a Washington en julio pasado para una reunión de la OEA en la que se repudió el golpe en Honduras e inmediatamente después acompañó el primer intento frustrado de Zelaya por volver a su país. Luego, en diversos foros, Cristina Kirchner planteó esta cuestión: por ejemplo, cuando se resolvió que el Mercosur desconociera la convocatoria a las elecciones realizada por el gobierno de facto.
“Mi opinión era que debía volver”, comentaba anoche la Presidenta, según uno de los miembros de la comitiva que tuvo oportunidad de hablar con ella. “En esos casos siempre me pregunto qué haría yo, y la verdad es que yo volvería. Y no se lo dije ahora a Zelaya, se lo dije hace mucho. Me acuerdo de que me llamó para conversar cuando estaba en El Calafate y se lo dije. El debía tener actitudes que demostraran que quería asumir el liderazgo que se le había dado como presidente constitucional de Honduras”, razonaba.
Desde la semana pasada, Zelaya y la canciller Rodas venían teniendo contactos con el gobierno argentino por la posibilidad de mantener un encuentro coincidiendo con la asamblea de la ONU. A Zelaya le interesaba recibir en ese escenario nuevas muestras de apoyo internacional, pero se nota que sobre la marcha cambió de planes. “Es que falta poco tiempo para las elecciones y la verdad es que el tema Honduras ya había dejado de estar en el primer plano”, razonaba una alta fuente de la delegación argentina.
Cuando habló con la Presidenta, la canciller Rodas también le informó que se estaba por subir al avión que la llevaría a Nueva York. Da la casualidad de que Honduras debe hablar en la ONU en la misma tarde en la que lo hará Cristina Kirchner. Quedaron en conversar sobre la cuestión y seguir de cerca el desarrollo de los acontecimientos.