martes, 16 de febrero de 2010

ARCHIVO (nr. 165) 4 de octubre de 2009

ARCHIVO
(nr. 165) 4 de octubre de 2009


RED SOLIDARIA CON LA RESISTENCIA EN HONDURAS

Temen empresarios que si Zelaya vuelve convoque a una Constituyente

Sábado 03 de Octubre de 2009 10:20

Arturo Cano, Enviado, La Jornada, 3 de octubre de 2009

Tegucigalpa, 2 de octubre. La resistencia esperaba una buena noticia, venida de sus contactos con el ejército. ¿Y? “Esos chafas (militares) ahora dicen que los sectores (los empresarios, en este caso) tienen miedo del regreso de José Manuel Zelaya a la presidencia, que temen que convoque a la Constituyente una vez reinstalado”.

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El mandatario hondureño, poco después de una conferencia de prensa en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, donde es huésped Foto Reuters

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Manifestación de antigolpistas frente a la embajada de Estados Unidos en la capital de Honduras Foto Reuters

Unos minutos después, sin gases lacrimógenos de por medio, la pequeña marcha del Frente de Resistencia contra el Golpe de Estado es disuelta, otra vez, por la policía. Todo lo contrario sucede en una manifestación organizada por la Unión Cívica Democrática, que convoca a sus seguidores frente a la oficina de la Organización de Naciones Unidas (ONU), para apoyar al gobierno golpista.

Tegucigalpa es un ir y venir de declaraciones en firme, versiones, rumores y dedos flamígeros sobre el diálogo que ya viene, de la mano de una comunidad internacional que, muy quitada de la pena, los respalda y promueve con todo y estado de sitio (aunque la suspensión de garantías, dicho sea de paso, se aplica sobre todo contra los zelayistas).

Claro, como el gobierno de facto no ha abandonado la palabra diálogo casi desde que se instaló en el poder, la fuente creíble es John Biehl, el enviado del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza.

En su doble juego, el presidente interino Roberto Micheletti echó hace unos días a los representantes de la OEA que ahora recibe para que digan, en la voz de Biehl, que “va a haber un llamado al diálogo… lo haría el gobierno en ejercicio, y la otra parte lo aceptaría. Eso está acordado”.

Por la noche, Micheletti revela dónde y con quién se tomó ese acuerdo: acepta que se reunió con Insulza, el pasado martes, en Palmerola, la base militar que Estados Unidos tiene en territorio hondureño, 70 kilómetros al norte de la capital hondureña.

¿Qué pasaría una vez instalada la mesa? Bueno, primero, que los chafas pueden ir quitando las objeciones que atribuyen a los sectores, toda vez que el presidente José Manuel Zelaya, desde su refugio en la embajada de Brasil, ha hecho explícita su renuncia a la idea de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, a cargo de redactar una nueva Constitución para sustituir a la actual que, según el mediador y presidente de Costa Rica, Óscar Arias, es la peor del mundo.

Es como si a uno le tratan mal a su madre, resume la indignación nacional el magistrado de la Corte Suprema Tomás Arita, el mismo que firmó la orden de captura de Zelaya.

Merced esa declaración, el presidente Arias ha dejado de ser, en los medios de comunicación locales, un respetabilísimo árbitro de la crisis para convertirse en el supuesto mediador.

Ese ingrediente abre paso a lo que aquí llaman la vía hondureña, aunque la plataforma de despegue sigue siendo el acuerdo de San José, que en uno de sus puntos plantea la renuncia a la Asamblea Constituyente.

Así lo recuerda el líder de los liberales en resistencia, Carlos Eduardo Reina, quien a nombre de Zelaya dice a una emisora radial que el presidente le dice adiós a la Constituyente. Para no distanciarse totalmente de la resistencia al golpe de Estado, el vocero de Zelaya asegura que la iniciativa puede ser impulsada por otras fuerzas porque es una aspiración genuina del pueblo.

Mel, un símbolo, pero no es definitorio

El problema de Zelaya es que sus más aguerridos seguidores tienen la Asamblea Constituyente como principal bandera. Su ventaja, que la resistencia no está en los escarceos del diálogo. La negociación la lleva él, dice uno de los dirigentes, de pie junto a una manta que reza: Elecciones no, Constituyentes sí.

Zelaya es un símbolo, pero no es definitorio, dice Salvador Zúñiga, dirigente del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh). Zúñiga fue parte de la primera delegación que, en representación de Zelaya, asistió a las reuniones en San José, Costa Rica, y pertenece a un sector de la resistencia que todavía busca empujar la instalación de una junta cívica de gobierno que en un plazo de seis meses convoque a una Asamblea Constituyente para realizar las reformas profundas que requiere el país, un camino posible dada la profunda crisis que vivimos.

Es lo que Zúñiga llama el mediano plazo.

Porque en el corto, según informan los enviados de la OEA, la mesa de diálogo podría instalarse antes de la programada visita, el 7 de octubre, de una decena de cancilleres de países miembros del organismo y de Insulza.

El punto de quiebre sigue siendo la restitución de Zelaya que demanda, al menos formalmente, toda la comunidad internacional. A diferencia de los diálogos de julio pasado, esta vez al menos los candidatos a la primera magistratura y algunos empresarios han abierto la posibilidad de que la reposición de Zelaya en la presidencia ocurra. Pero Roberto Micheletti, el mandatario de facto, los empresarios y organizaciones de la sociedad civil, rechazan siquiera poner en la mesa el tema.

Los aspirantes a la presidencia, naturalmente, están pensando en los riesgos de ir a una elección cuyos resultados no serían reconocidos por la mayoría de los países del mundo.

Esa restitución (de Zelaya) es esencial para el retorno de la democracia, dice Biehl, el enviado de la OEA, quien ahora ve que entre los grupos en conflicto la parte pasional ha dejado paso a mucha más racionalidad.

La racionalidad, es de suponerse, pasa por la eliminación del estado de sitio. Micheletti promete que el próximo lunes reunirá a su consejo de ministros para tomar una decisión.

Estados Unidos, el padre; los hondureños, hijos en conflicto

“Obama, te equivocaste de país. Ya no somos una banana republic”, escribe la articulista Gloria Leticia Pineda, quien resume en esas dos frases el discurso antiyanqui de los golpistas, más motivado por la cancelación estadunidense de las visas de funcionarios y empresarios que por otra cosa. El desafío al imperio, sin embargo, dura un suspiro.

El senador estadunidense James DeMint y los representantes Aaron Schock, Peter Roskam y Doug Lamborn vienen a darle respiración de boca a boca a Micheletti y son recibidos por los golpistas con los honores destinados a un jefe de Estado.

Los legisladores se reúnen con Micheletti y con todas las fuerzas vivas del régimen de facto, incluyendo los dos candidatos presidenciales con más posibilidades de ganar los comicios programados para el 29 de noviembre.

Los candidatos, claro, cancelan actos de campaña para estar en la importante cita y ofrecen una conferencia de prensa en la Casa Presidencial.

La presidencia de la república no vale una gota de sangre, dice Porfirio Pepe Lobo, aspirante del derechista Partido Nacional, al recordar la frase que pronunciara hace cuatro años, tras ser aceptar la victoria de José Manuel Zelaya en una elección cuestionada. Lobo agrega que él y su partido aceptarán la solución que surja del diálogo, aunque precisa que ninguna decisión forzada puede ser conveniente para Honduras.

A su lado derecho, el candidato del Partido Liberal, Elvin Santos, se declara partidario del diálogo pero rechaza un acuerdo por encima de la Constitución.

El mensaje principal de los dos más importantes aspirantes es que las elecciones, que la comunidad internacional en general rechaza reconocer, son la solución y no parte del problema.

El entusiasmo dura poco. Seis congresistas estadunidenses demócratas le envían una carta al presidente del Congreso hondureño, Alfredo Saavedra, en la que, de entrada, le recuerdan que los visitantes republicanos, que son minoría en el Congreso de Estados Unidos, plantearon al gobierno de facto una posición muy distinta de la que tiene el gobierno del presidente Barack Obama.

Consideramos que el golpe de Estado contra el presidente Zelaya fue inconstitucional; que la ausencia de un mandatario legítimo, las violaciones de los derechos humanos y la restricción de las libertades civiles son inaceptables, dice la carta firmada por los legisladores James P. McGovern, Bill Delahunt, Janice Schakowsky, Sam Farr, Gregory Meeks y Xavier Becerra.

Estas condiciones imposibilitan elecciones justas y libres en noviembre, continúan los congresistas, quienes demandan a Roberto Micheletti permitir la restitución de Zelaya bajo el acuerdo de San José y avisan que “si el gobierno de facto sigue dilatando este proceso, urgiremos a nuestro gobierno a no reconocer sus elecciones próximas”.

La rabia de los desvisados puede agregar a los legisladores demócratas a los obuses que dirige contra el embajador de Estados Unidos en Tegucigalpa, Hugo Llorens, a quien aquí han acusado de ser aliado de Zelaya (los golpistas), de haber tramado el golpe o al menos haber estado al tanto (los zelayistas) e incluso de negligencia por no haber informado al Departamento de Estado lo que se preparaba (el comisionado nacional de Derechos Humanos, Ramón Custodio).

La articulista Pineda, otra vez, resume el ánimo contra Llorens, a quien acusa de haber destruido la imagen que los hondureños tenían de Estados Unidos. Esta imagen la ha perdido para siempre, pues nunca un aliado toma partido contra una de las partes, de la misma manera que un padre evita tomar lado cuando tiene a sus hijos en un conflicto.

La carta será seguramente ignorada en los medios de comunicación locales, los que en cambio destacan la amenaza de Micheletti al embajador de España, a quien advierte que no se atreva a regresar al país centroamericano porque lo volverán a echar.

Al parecer, el mandatario de facto necesita echar bronca a alguien todos los días. Ahora le toca al presidente del gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, de ser ilustrado: Honduras no es potrero

Honduras: Hacia las honduras de una revolución original

Sábado 03 de Octubre de 2009 10:28




¿Cómo explicar tres meses de movilización popular continua, masiva y auto-sostenida en una sociedad tan empobrecida como la de Honduras?

¿Cómo explicar este fenómeno socio-político sin precedente incluso en un continente con tantas experiencias formidables y tantas luchas heroicas?

  • Historia trágica e inicio interrumpido de un nuevo porvenir.

El pueblo hondureño -víctima de las inclemencias y tragedias provocadas por los abusos imperiales y oligárquicos propios de ese tipo de dominación en todas las “repúblicas bananeras” de Centroamérica, azotado durante décadas por un generalato criminal graduado en al Escuela de las América, saqueado por las mafias políticas y el lumpen-empresariado de los tiempos neoliberales y la post-modernidad- comenzó a avanzar poquito a poquito hasta que vino el fatídico golpe del pasado 28 de junio, fraguado en la base gringa de Soto Cano-Palmerola y asumido por las cúpulas burocráticas, tecnocràticas, partidocràticas, militares, policiales y sociales de ese hermano país.

Ese andar diferente, temporalmente frustrado, comenzó con el precario triunfo electoral de Manuel Zelaya (Mel), uno de los pocos líderes liberales que sobrevivió al neo-conservadurismo que se apoderó del Partido Liberal hasta asemejarse al Partido Nacional (conservador)

Mel marcó precisamente la diferencia que una parte de la sociedad hondureña anhelaba lograr bajo el estímulo de un continente estremecido por la cuarta ola revolucionaria de los últimos sesenta años.

Una ola realmente dinámica e impactante, capaz de iniciar procesos transformadores con escasas fuerzas de vanguardia (al estilo clásico) e incluso con débiles, precarios y casi inexistentes contingentes políticos revolucionarios.

Capaz de devolverle actualidad a las revoluciones aparentemente fallecidas y de colocar en el centro del debate las alternativas al neoliberalismo empobrecedor y des-nacionalizador; nueva modalidad del capitalismo surgida de su crisis estructural de finales del siglo XX y con suficiente poder destructivo para sumergir a la humanidad en el peor período para la continuidad de su existencia a lo largo de su historia, agravada esta situación hasta desatarse la presente mega-crisis de la civilización burguesa.

De esa realidad -después de profundos reflujos políticos y de prolongadas resistencias sociales- han brotado las nuevas ofensivas transformadoras de los pueblos de nuestra América. Ellas se han colado por los intersticios del sistema dominante, perforándolo, haciéndole grietas, abriéndole huecos y derribando algunos de sus muros y pilares.

En Honduras, situada justamente entre dos productos de la nueva ola (el re-ascenso del FSLN al gobierno y el triunfo electoral del FMLN), ubicada en el corazón de un continente en efervescencia y en pugna por una nueva democracia y una verdadera independencia, la pequeña fisura que implicó el gobierno conformado por Manuel Zelaya no tardó en ser ampliada por el impacto de los vientos esperanzadores provenientes del Sur.

Mel, poco a poco, se fue sensibilizando con la necesidad de gobernar de otra manera. Poco a poco dirigió su mirada hacia Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Nicaragua, El Salvador… y le “cortó los ojos” a los halcones de Washington y a los regímenes derechistas de Colombia, México, Perú, Panamá y Costa Rica.

Volvió su rostro hacia el Alba…

Pensó en la gloria de reivindicar las relaciones con una Cuba revolucionaria muy maltratada por sus antecesores.

Vio la ventaja de PETROCARIBE y de los programas de salud cubano-venezolanos.

Sintió el poder unificador y reinvidicador del nuevo bolivarianismo y se recordó de los ideales de Morazán, pisoteados por el bando traidor y parricida centroamericano.

Avanzó con lentitud desde la soledad de su precario poder institucional, pero avanzó a contracorriente desatando la ira de los cancerberos de su patria y de los tutores de ellos con asiento en Soto Cano y en Washington.

Perdió apoyos tradicionales y comenzó a ganar simpatías en movimientos sociales y sectores políticos, que aunque recelosos de las opciones surgidas de un bipartidismo realmente funesto, comenzaron a apreciar su sinceridad y a valorar positivamente sus riesgos.

Se inició así el gran deslinde, acelerado por el tema de la consulta popular para la Asamblea Constituyente. Mel sintió y sufrió el rigor de la vieja camisa de fuerza constitucional y se decidió a contribuir a rasgarla para quitársela de encima al sufrido pueblo hondureño.

Amenazó así seriamente con desmontar el andamiaje de una institucionalidad decadente y desató el debate en torno a la permanencia o no de un sistema político y una institucionalidad confeccionada a la medida de la perversa clase dominante-gobernante hondureña.

Puso sobre el tapete la cuestión de superar la seudo-democracia existente y abrir las compuertas de la creación y desarrollo de una nueva democracia, de una democracia participativa.

Se situó de esa manera en el vórtice de la contradicción fundamental a escala continental: status quo vs auto-determinación nacional y participación popular; esto en medio del estallido de la gran crisis del capitalismo estadounidense y mundial, y de la actual situación revolucionaria continental.

Reformas que generan contrarreformas.

Reformas que agitan revoluciones.

Revoluciones que motivan contrarrevoluciones feroces.

Época de contrarreformas y reformas, y de revoluciones y contrarrevoluciones “sui generis”

Confrontaciones de profundo calado social más allá de sus atenuadas formas iniciales.

Tiempos en que el reprimido deseo de cambio político de los pueblos se viene expresando en todos los planos: en la superficie, a cielo abierto, pero también soterradamente, en el subsuelo de las sociedades; en las plazas y en las urnas, en campos y ciudades, fuera y dentro de las instituciones establecidas, fuera y dentro del sistema de partidos. Y con potencias y modalidades difícil de revertir.

  • El golpe precipitó la necesaria y obligada rebeldía

En Honduras ese cambio, deseado y contenido por décadas, venía lento; pero venía…hasta que los de arriba (de fuera y de dentro) no quisieron arriesgarse a esperar decisiones de mediano plazo y optaron por el zarpazo inmediato.

Un zarpazo golpista, que dentro de sus trágicas consecuencias temporales, ha tenido la virtud de radicalizarlo todo y de sacar todo lo bueno y lo malo a flor de piel: la dominación y la resistencia, la mentira y la verdad, la opresión y la necesidad de cambios; convirtiendo ese país centroamericano en ingobernable desde ese poder engendrado a partir de ese hecho de fuerza y generando a la vez nuevos y originales flujos revolucionarios desde abajo.

El golpe puso en evidencia toda la maldad del poder establecido y todas las virtudes del pueblo en lucha.

Un nefasto zarpazo dictatorial, que lejos de disminuir con el tiempo su intensidad brutal, se ve impelido cada día a aumentarla en todos los planos como forma de sobre-vivencia forzada.

Una promisoria resistencia popular que no cesa de crecer en todas las direcciones, que asume como cuestión de vida o muerte para la sociedad y su desarrollo la derrota total del régimen golpista.

La dictadura se torna cada vez más dura, mientras la movilización y la protesta popular no cesan de expresarse con modalidades cada vez más fuertes, permanentes y generalizadas.

  • Dos poderes enfrentados en una contienda crucial.

Dos poderes en franca y decisiva pelea.

Uno amarando instituciones infuncionales, mecanismos represivos, empresas y riquezas cada vez más aisladas de la sociedad, cada vez más ilegitimas, cada vez más desautorizada y debilitadas.

Otro en las calles, campos, plazas y caminos, desarmado pero erguido y presto a todo lo que posibilite su emancipación. Movimientos sociales recreados y fortalecidos horizontalmente, corrientes políticas revolucionarias surgidas aparentemente de la nada o de lo poco acumulado en los tiempos malos, pueblo empobrecido pero capaz de generar rebeldía creadora; innovando en sujetos y actores políticos, sociales y culturales capaces de llenar aceleradamente déficit y vacíos paralizantes.

De un lado: el gobierno golpista, la oligarquía voraz, las mafias políticas, el generalato corrompido, los nuevos ricos, las corporaciones transnacionales, las jerarquías eclesiásticas ultra-conservadoras, los enclaves militares imperialistas y la partidocracia pervertida, esta ùltima manipulando sus diezmadas clientelas políticas.

Del otro: el Frente de la Resistencia contra el Golpe y todo su extraordinario abanico social y político: los/as trabajadores/as del campo y la ciudad, los/as sin trabajo, las capas medias progresistas, las iglesias de base, los pueblos originarios, las mujeres excluidas, la juventud en rebeldía, las izquierdas de nuevo y viejo tipo, los pueblos originarios, la negritud y el mulataje discriminados/as.

La gran pobrecìa contra la gran lumpen-burguesía, la honestidad contra la corrupción, la justicia contra la opresión.

De un lado: el usurpador del Palacio de Gobierno, el cabecilla de los gorilettis y pinochettis, expresión de la ilegalidad, la ilegitimidad y brutalidad.

Del otro: el presidente legal y cada vez más respaldado, el presidente Manuel Zelaya, rodeado de simpatía y de pueblo y repleto de legitimidad desde su estadía temporal en la Embajada de Brasil.

Dos poderes diametralmente distintos y de frente a frente.

Uno que asume apasionadamente la contrarreforma, la recolonización y la contrarrevolución, y el otro que impulsa con vigor las reformas camino a la revolución y la liberación de la patria grande.

En juego están la vida de la ultra-reacción política y social como factor dominante y la existencia del pueblo como ser político y social en libertad; están la continuidad del coloniaje o el reverdecer de la soberanía.

Los de arriba se aferran a su decadente poder de facto, mayoritariamente impugnado, sembrando a diestra y siniestra neofascismo y entreguismo de la peores especies y cultura de la muerte.

Los de abajo ya saben que derrotarlo es imprescindible para evitar una larga y dramática noche de terror y miseria mayor, y para pronto y definitivamente vivir en libertad, dignidad y soberanía.

Y derrotarlo, dado todo lo que está delante y detrás de los golpistas, es prácticamente hacer revolución democrática y reconquistar la independencia mediatizada y pisoteada.

  • Al rojo vivo la contradicción: un punto caliente y decisivo en un continente cambiante

El golpe en Honduras es parte de una contraofensiva imperialista-oligárquica-partidocràtica y mafiosa, que incluye también la instalación de las cinco nuevas bases militares estadounidenses en Colombia y los diversos planes de desestabilización de los gobiernos revolucionarios y progresistas de la región; particularmente aquellas maquinaciones dirigidas contra los procesos venezolano, ecuatoriano y boliviano en Suramérica, contra el giro progresista en Honduras, Nicaragua y El Salvador en Centroamérica, y contra la altiva presencia de Cuba revolucionaria en el Caribe insular.

Ambos puntos agudos de la contraofensiva reaccionaria son inseparables y ambos engendros de la política imperial -el hondureño destinado a estimular la escalada golpista-desestabilizadora a todo lo largo y ancho de nuestra América y el colombiano (narcoestado-paraterrorista) convertido en plataforma de agresión militar imperialista y en el Israel del continente para la conquista de la región amazónica y su expansión en el Caribe- deben ser derrotados para no retroceder. Son los puntos más calientes y decisivos en el contexto de la nueva ola de cambios y de la confrontación en marcha, por lo que no debe haber excusas para confluir y ser profundamente solidarios con las fuerzas opositoras, insurgentes y no insurgentes, radicales y moderadas, de las sociedades hondureña y colombiana.

La audaz vuelta de Mel a Tegucigalpa pone al rojo vivo la contradicción en ese punto neurálgico de la confrontación, al potenciar la determinación popular de arrancar de raíz el régimen golpista.

Estamos presenciando los estertores de uno de los engendros surgidos de esa contraofensiva imperialista-oligárquica, sobre todo si sigue en ascenso la ofensiva popular. El “estado de sitio” por 45 días más es una clara -aunque cruel- señal de su profunda debilidad y enorme desesperación.

Los golpistas están acorralados y camino al colapso. El pueblo no le da, ni debe darle, tregua alguna. Está demasiado conciente de la oportunidad histórica que tiene para barrer ese maltrecho obstáculo a la necesaria y anhelada revolución democrática morazanista.

El pueblo hondureño, sin necesidad de proclamarlo (aunque ya comienza a hablarse de esa posibilidad), marcha hacia las honduras de una revolución singularmente herética (como lo son todas las revoluciones de verdad); difícil, aunque no totalmente imposible de mediatizar.

La conciencia colectiva de esa realidad y la asunción por el pueblo hondureño del sentido crucial de la actual confrontación, explica su empeño, su persistencia, su inigualable y original bravura, su capacidad para avanzar progresivamente y escenificar una insurrección permanente sin armas, que de seguir avanzando podría asfixiar el viejo régimen y dar a luz la demandada reposición del presidente Zelaya; en condiciones en que a ese pueblo heroico ya no solo se le podría satisfacer con una simple democracia representativa tradicional, sino principalmente con cambios sociales de profundidad, con revolución política y social de verdad, con democracia participativa e integral

En un momento tan difícil como hermoso para el pueblo hondureño vienen a mi memoria las sabias palabras del profesor Juan Bosch en los primeros momentos del levantamiento cívico-militar del pueblo dominicano contra el régimen golpista del Triunvirato en abril de 1965; aquel emotivo mensaje desde Puerto Rico en aquellos horas estelares del contra-golpe popular, en el que, entre otras ideas, afirmó sin vacilación desde lo más hondo de su corazón algo así: “a un pueblo que ha luchado con tanto heroísmo como el dominicano hay que darle mucho más que libertad”.

Ciertamente había que garantizarle emancipación social y poder popular, lo que en el caso dominicano fue impedido por la invasión de 42 mil marines estadounidenses

¡Apostemos y contribuyamos ahora para que en la Honduras de hoy y en la América actual la revolución político-social, la nueva democracia y el nuevo socialismo puedan avanzar!

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

El destino de América se juega ahora en Honduras

Bruno Lima Rocha
03.Oct.09 :: Opinión

La pauta central de las entidades y organizaciones que componen el Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe es la nueva constitución y la pulverización del poder

En las siguientes líneas apunto algunas reflexiones iniciadas al calor de las horas siguientes al retorno de Zelaya al suelo hondureño. Seguí observando y tomando notas los días siguientes, cuando la embajada del Brasil se hizo el epicentro del terremoto político centroamericano. Abordo el tema a partir de un ángulo distinto al de la visión mayoritaria. Busco, a través del presidente depuesto, localizar a los protagonistas organizados en las entidades de base y en el Frente Nacional de Resistencia.

Tres golpes en siete años: el Imperio perdió dos y corre el riesgo de perder uno más

En los últimos siete años, tres intentos de golpe de Estado fueron practicados por oligarquías latino-americanas coordinadas, de forma oficial u oficiosa por los Estados Unidos (EUA), a través del Departamento de Estado, el Comando Sur y agencias como la CIA y la DEA. El primero fue en Venezuela, en abril de 2002, cercando al cholo Hugo Chávez en el Palacio Miraflores y resultando en una poblada, con Caracas en pie de guerra y las fuerzas armadas divididas. Chávez volvió al poder, derrotó a los escuálidos y profundizó su estilo de gobierno. Después de la victoria contra los golpistas y la derrota sobre la derecha luego del lock out petrolero, el pueblo de los barrios y morros pasó la ofensiva, forzando al gobierno a profundizar el proceso de división de ingresos y rentas.

Otro intento ocurrió en Bolivia, en septiembre de 2008, a través de las oligarquías de la llamada Media Luna. En esta ocasión, la máscara cayó y uno de los líderes públicos de la oligarquía cruceña se hizo público. Se trata del notorio traficante de drogas y latifundista de soya, Branko Gora Marinkovitch Jovicevic; nacido en Bolivia, hijo de croatas pro-nazis y formado en la Universidad de Tejas. El entonces presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, fomentó una rebelión derechista, moviendo la chicha y la cerveza de a litro, predicando la secesión del país “productivo” contra los “lerdos” del altiplano. La aventura terminó en la Masacre de Pando y en el cerco estratégico de columnas populares a algunas capitales separatistas. El gobierno del aymará Evo Morales se mantuvo gracias a su capacidad de respuesta, una vez que dos columnas de campesinos y mineros cercaron la capital de la secesión camba, Santa Cruz de la Sierra. La tierra de Túpac Katari e Inti Peredo casi vivió la última guerra de liberación anti-colonial. No se dió aquella vez y la legalidad republicana viene sobreviviendo desde entonces.

En la tercera tentativa, los poderes hondureños, a través de las fuerzas armadas entrenadas bajo la influencia de la Escuela de Américas, derrumbaron al presidente electo. No fue un golpe como los del periodo de la Guerra Fría y ni siquiera se parece al autogolpe del nipo-peruano Alberto Fujimori, en abril de 1992. José Manuel Zelaya Rosales fue derrumbado por un golpe cívico-militar el 28 de junio de este año. Justo el domingo de mañana, día en que se convocaba una consulta acerca de la necesidad o no de una Asamblea Nacional Constituyente, el presidente electo por el Partido Liberal de Honduras (PLH), fue cercado en su residencia y llevado preso a Costa Rica. A partir de este día hasta su retorno el 22/09 al país, Zelaya practicó una intensa actividad diplomática, rellenada de alianzas puntuales y dobles discursos. La motivación fáctica de los oligarcas bananeros de siempre en Honduras es la legalidad constitucional.

Parece que se inspiran en la posibilidad de repetir el año de 1955 en la Argentina. Una vez derrumbado Juan Domingo Perón a través de un golpe más a la derecha (gorilas, liberales, socialistas y comunistas pró-Moscú) iniciado el 16 de septiembre, el peronismo/justicialismo quedó prohibido de participar – al menos en su integralidad– en las elecciones subsecuentes. Si Zelaya no volviera, esa sería la línea adoptada por el presidente golpista Roberto Micheletti, por el general torturador Romeo Vásquez (el ex-jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas hondureñas, destituido días antes del golpe) y el gobierno exterior en paralelo comandado por los ultra-conservadores yankees encastillados en el Departamento de Estado y en el Comando Sur del Imperio.

En Honduras, hay una bomba de tiempo accionada

Hay momentos en la trayectoria de un país en que la toma de decisión es fundamental. En el caso de Honduras, a pesar y además de todas las alianzas y maniobras diplomáticas realizadas por el presidente depuesto José Manuel Zelaya Rosales, había un factor estratégico. Ese factor tiene un nombre y se llama correr riesgos. Si el liderazgo del presidente constitucional quería mantenerse legítimo, el latifundista convertido en líder popular tendría que luchar, ponerse en la recta y arriesgar la vida. El país sufrió un golpe a través de un ejército fiel y leal la Escuela de Américas que lo entrenó, y subordinado a los poderes instituidos bajo el control de la oligarquía local. Ese es el tipo de tropa que no juguetea y no se arrepiente. Todo golpe de Estado es sinónimo de violencia y peligro. Para recuperar partes de este poder, había que jugar con todas las posibilidades, inclusive de vida. Y, Zelaya, cuando cruzó la frontera y se refugió en la embajada brasileña en Tegucigalpa, tomó para sí esa carga.

Muchos analistas dudaban de la capacidad del político de carrera del Partido Liberal de Honduras (PLH) para aceptar el desafío impuesto. Los dos primeros intentos de retornar al país, sin siquiera pasar de la frontera con Nicaragua reforzaron este punto de vista. Confieso que estaba escéptico también, y erré. Detalle, eso no convierte a José Manuel en José Martí o José Gervasio ni nada parecido. Él es la última esperanza de un proceso de división de un poco de renta y riqueza y de un desarrollo capitalista parcialmente autónomo. A su izquierda, en el seno del Frente Nacional de la Resistencia tiene gente muy seria, peleando duro y asestando lejos, yendo más allá de los horizontes de la democracia liberal-burguesa, apuntando hacia objetivos finalistas de democracia de tipo directa e insubordinación del país al negocio de plataforma de exportación primaria para el Imperio. Fue esa la parcela de hondureños que obligó Zelaya a moverse. Y, para sorpresa de muchos, incluyendo este que escribe, él lo hizo.

En situaciones límite, la calidad del liderazgo político también implica en su pré-disposición personal a jugar duro y transitar en las parcelas grises de las estructuras y alianzas internacionales y continentales. No tengamos ilusiones, nadie hace política en el exilio sin infraestructura, recursos y seguridad individual. Dada la procedencia de los militares hondureños, la posibilidad de ser asesinado era y es una constante. Si el magnicidio es hablado abierta y públicamente en los medios de comunicación oligárquicos de Venezuela, que se dirá en las sombras de ventanas de fondos de cuartos de hotel y casas de apoyos en las zonas de frontera. El ex-presidente tiene agotamientos de confianza, y con certeza buenos contactos entre oficiales militares de su país. Aun así, para cruzar la frontera de un pequeño país extremadamente vigilado, tuvo que haber defección y errores entre sectores castrenses.

Durante los ochenta y seis días que peregrinó por la América Céntral y yendo a los foros diplomáticos adecuados, Zelaya contó con logística y un aparato de inteligencia operando para él. De lo contrario, ni vivo estaría. Aún un ex-presidente depuesto pasa dificultades, y todo aparato político –aún más en el exilio– cuesta caro. Sin infraestructura y recursos, no se hace nada más que testificar la decadencia de un proyecto político. No fue esta la alternativa de Zelaya, dada la velocidad con que se movía. Los países del Continente están jugando con la posibilidad de frenar la tentativa de contra-ofensiva del Imperio. Y el epicentro ahora está en Honduras. Esa constatación refuerza la tesis del apoyo directo o indirecto de gobiernos y administraciones latino-americanas.

Ciertamente para eso, contó con aliados diversos y muchas veces disputando liderazgo en la misma región. Tal es el caso entre Brasil (¡finalmente!) y Venezuela, que ya venía dando sustentación al gobierno de Mel a partir de las negociaciones lícitas del precio del barril de petróleo y en operaciones de tipo corazones y mentes, como la Operación Milagro, donde los ancianos fueron operados gratuitamente (como debe ser) de cataratas y otras enfermedades curables de los ojos.

Pero, en ese breve exilio el presidente depuesto tuvo que tener habilidad con las reglas de la política tradicional. Oscilando entre grupos, Zelaya juega un poco como franco-tirador en la política, aunque parezca un poco más bufón de lo que es. Primero señaló ser favorable al Acuerdo de San José, coordinado por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias. En este texto, constaba la amnistía para los golpistas y el abandono de la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Si esta vergüenza se hubiera dado, quedaba abierta la puerta para una serie de golpes institucionales o posibilidades jurídicas “destituyentes” de los gobiernos electos. Por suerte, después del anuncio de Mr. Arias, Zelaya vociferó estar contra el texto y el “consenso” –cuyo precio era intentar “pacificar” la resistencia- para el retorno.

Lo que hay de inusitado es la reacción del presidente destituido. La mayoría de las veces, los líderes de tradición oligárquica, aún con apoyo popular, no arriesgan a la desintegración del orden social para recuperar una parcela del poder político. Tal fue el caso del ex-presidente brasileño depuesto João Goulart, por ejemplo. Ante la posibilidad de división de las fuerzas armadas y guerra civil en defensa de su gobierno y del proceso democrático-liberal, Jango roncó bajo y no accionó la cadena de mando entre militares aún leales a él. No tuvimos “guerra civil” en el Brasil, pero se pagó el precio de más de cuarenta mil torturados, presos políticos, desaparecidos y veintiun años de dictadura. El precio fue alto demás para mantener el orden social en detrimento delaorden político. Quedemos atentos, porque ese tipo de maniobra aún puede ocurrir con Zelaya. Aunque, seamos justos, cada día que pasa, los márgenes para tomar ese tipo de decisión se reducen.

Quién lucha en Honduras y como informarse de esta epopeya cívico-popular

No me sorprenden las multitudes en las calles de Tegucigalpa y de otras ciudades hondureñas. Desde el día 28 de junio leo diariamente los medios alternativos hondureños, A pesar de la desinformación por la cual pasamos, es posible atravesar el bloqueo mediático. Por un lado, acompañé al Frente Nacional de la Resistencia a través de medios hondureños alternativos, como el excelente proyecto Habla Honduras, o en las transmisiones de radio web de la Radio Feminista o de la Radio Liberada. Las fotos, vídeos y transmisiones radiofónicas no dejan dudas. Estamos delante de una pelea popular y con una dimensión gigantesca para las proporciones del país.

La pauta central de las entidades y organizaciones que componen el Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe es la nueva constitución y la pulverización del poder. Este se concentra tanto en la oligarquía hondureña como en sus socias mayoritarias, transnacionales de mineración o bananeras como la estadounidense Chiquita, ex United Fruit.

Chávez, Lula y hasta Obama saben que Manuel Zelaya sabe que está sentado sobre una bomba reloj. Por un milagro de Don Oscar Romero milagrosamente, esta vez el Brasil y su diplomacia se comportaron a la altura de quien quiera ser líder en la región. Este país, que se enorgullece de ser neutral en los conflictos, fue el que ayudó a exportar la Doctrina de las Fronteras Ideológicas, enviando torturadores a los cuatro cantos del Continente, además de haber participado activamente en la Operación Cóndor. Se espera que la medida de recibir el presidente depuesto en la embajada de Tegucigalpa comience a cambiar las prácticas de Itamarati (Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil).

Concluyendo el análisis

Honduras está próximo a un conflicto en gran escala, pudiendo resultar en una rebelión popular sin precedentes. Se espera que el pueblo hondureño en general, y el Frente Nacional de la Resistencia en particular, estén preparados para una lucha a largo plazo. En el corto plazo, derrotar a los golpistas tiene un significado estratégico para toda América Latina.

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La Haine

Las Fuerzas Armadas golpistas de Honduras

Domingo 04 de Octubre de 2009 08:21

Ygolpistas.
La Resistencia ya está optando por nuevas formas de lucha que dejan fuera el Plan Áreas y, puestos ya losJaime Alegría F., Rebelión, 4 de octubre de 2009
Estamos de acuerdo en que no existe en el mundo constitución alguna que avale ningún golpe de estado militar, sea éste de derechas o de izquierdas. Pasando al escenario hondureño, los bárbaros del poder económico y de la alta jerarquía eclesiástica de ese país argumentan que el ejército acató decisiones que le fueron conferidas por la Corte Suprema de Justicia para sacar – mediante Golpe de Estado militar – al Presidente Constitucional Manuel Zelaya por vulnerar la constitución. Este tipo de retórica manida y retorcida sólo cabe en mentes criminales y perversas. Por si fuera poco, pretenden además justificar la aberración golpista con el fantasma de Hugo Chávez”, promotor de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA). Por cierto, el pueblo de Honduras por décadas no ha dejado de ocupar el tercer lugar entre los países más pobres de América, cuya pobreza crítica repercute casi en el 70% de su población y, sin ayuda de Chávez. No es de extrañar que dichos niveles de pobreza se corresponden con la derecha más retrograda y deplorable de America Latina, no tienen vergüenza ni moral.
El golpe de Estado planificado por el grupo de poder económico y empresarial, perpetrado por las fuerzas armadas no ha sido otra cosa que el desprecio a la legalidad, a la institucionalidad y al pueblo hondureño.
Pero el tema que deseo abordar esta relacionado directamente con las Fuerzas Armadas golpistas. Y es que están pasando los peores momentos de su historia, más temprano que tarde recibirán la factura del pueblo. El ejército de Honduras no esta preparado para una ofensiva del pueblo con todo lo que tenga. De hecho, la sola conformación del Frente Nacional de Resistencia contra el Golpe de Estado representó un contragolpe inesperado para este. Nunca antes en su trayectoria golpista el ejército había experimentado un período tan largo de resistencia por parte del pueblo oprimido, y lo que falta. De hecho, algunas manifestaciones recientes del General Romeo Vásquez, aunque poco perceptibles debido a su denotada mediocridad, lejos de las de un hombre de honor, apuntan a la pronta aceptación del Plan Áreas por parte de la mayoría de los golpistas.
La Resistencia ya está optando por nuevas formas de lucha que dejan fuera el Plan Áreas y, puestos ya los muertos y desaparecidos durante los más de tres meses de resistencia, Zelaya sólo es una cuestión simbólica en el marco de la restitución democrática. Como dijera recientemente en la Universidad Politécnica de Madrid un representante diplomático de la Resistencia, “la tarea para nosotros de mayor envergadura es que se provoque la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, y a partir de ahí poder con todos los actores sociales, incluidos los mismos golpistas, porque al final son hondureños, y ahora están en desventaja en relación a la fuerza que tiene el pueblo hondureño”, continua, “ellos podrán tener la fuerza política y económica pero la fuerza social que es la mayor en esta relación de poderes, la tenemos nosotros”.
A mi juicio, esta relación de poderes a favor de la fuerza social hondureña dice mucho y debe preocupar al ejército, tomando en cuenta que las Fuerzas Armadas de Honduras, visto desde su trayectoria, su formación se ha especializado únicamente en estrategias de mecanismos de represión, tortura y asesinato selectivo contra el pueblo hondureño durante los eventos golpistas de períodos cortos. Los escuadrones de la muerte son la síntesis de ese tipo de formación.
El Frente Nacional de Resistencia contra el Golpe de Estado ha dejado claro que la lucha del pueblo hondureño es pacifica, pero que podría cambiar con otras formas de lucha en la medida que les repriman. En este sentido, de darse ese cambio de lucha, pondría en la cuerda floja al ejército golpista. Ya una vez fue reprobado por el pueblo de Honduras y relegado al papel de ejército cobarde durante la guerra con El Salvador en 1969, incapaz de defender a su pueblo frente a los soldados salvadoreños que estuvieron a un palmo de Tegucigalpa y que por la intervención de la OEA estos tuvieron que abandonar los territorios ocupados. El pueblo pobre de Honduras, además de sentirse defraudado por un ejército incompetente que los dejó a merced de la imposición de las fuerzas salvadoreñas, se convenció que éste solo servía para reprimirle cuando luchaba por sus reivindicaciones.
Las Fuerzas Armadas, tradicionalmente defensoras y protectoras de una oligarquía con arraigo en el dominio pleno de todos los poderes del Estado, se enfrenta ahora a una fuerza social históricamente marginada y ultrajada, dispuesta a luchar hasta las últimas consecuencias, consciente que ya no tiene nada que perder porque la vida no le merece vivirla en las actuales condiciones de pobreza crítica.
Jaime Alegría F. es Doctor en Ciencias Biológicas con énfasis en Planificación Ambiental y Profesor de Universidad.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.