Poder, revolución y elecciones en Honduras
PRIMERA PARTEvoselsoberano.com | Domingo 06 de Febrero de 2011 11:29
Tomás Andino Mencia, 31 de enero de 2011
1. PODER Y LUCHA DE CLASES
¿Qué es el Poder?
En la Resistencia hablamos mucho de “tomar el Poder” o “acceder al Poder”. Se ve a este como algo que esta fuera de nosotros, en las “alturas”, y que el movimiento popular debe “alcanzar”. Como veremos, esa idea es errónea.
Una definición sencilla de “Poder” es la siguiente: El Poder es la capacidad efectiva de hacer los cambios que una persona o un grupo de personas desean hacer.
Como sabemos, Honduras es una sociedad dividida en clases sociales; los burgueses y terratenientes son la clase de los explotadores; mientras que los obreros, campesinos y micro propietarios, son la clase trabajadora. Los explotadores y la clase trabajadora luchan entre si procurando el predominio de sus respectivos intereses. Dan lugar a lo que conocemos como “Lucha de Clases”.
Si aquel concepto de “Poder” lo aplicamos a esta sociedad dividida en clases sociales, el Poder es la capacidad que tiene cada clase social para realizar sus intereses económicos, sociales y políticos por sobre los intereses de otras clases sociales.
La lucha de clases es por tanto una relación de fuerzas entre los poderes de estas clases sociales. En ese sentido, cada una tiene su propio poder y trata que prevalezca sobre las demás.
El Poder de la burguesía es completo: es político, económico y militar. El Poder de la clase trabajadora es menos desarrollado, pues, por limitaciones que veremos más adelante, se restringe generalmente a la capacidad de lograr ciertas conquistas sociales y a su capacidad de organizar pequeñas empresas de economía social.
¿”Tomar el Poder” o derrotar el Poder burgués?
Visto de esa forma, el Poder no es algo “neutral” que se puede “tomar”. En ninguna instalación gubernamental hay una silla mágica de donde emanan poderes especiales. La silla presidencial o las butacas de los diputados no tienen poder en sí; los que tienen poder son los que se sientan en ellas y en muchos casos ni estos, sino que el poder lo tiene quien les paga. En ese sentido el Poder es una relación social, no una cosa.
La confusión contenida en la expresión “tomar el poder” viene porque toda clase social tiene sus instrumentos y sus símbolos de dominación, los cuales superficialmente se pueden confundir con el Poder mismo.
Por ejemplo, en Honduras, en el año 2004, el Bloque Popular se tomó el edificio del Congreso Nacional, uno de los símbolos políticos del poder de la burguesía en Honduras, para impedir la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC); los activistas y dirigentes llegaron a sentarse en las butacas de los diputados, pero a los pocos minutos las fuerzas represivas los sacaron. ¿Habían tomado el poder? No, solo habían tomado un edificio vacío.
La idea de “tomar el poder” es un concepto que viene de la Revolución Francesa, donde la Bastilla, la cárcel donde se torturaba al pueblo, era el principal símbolo del Estado de la nobleza francesa, por lo que la “toma de la Bastilla” se convirtió, a su vez, en el principal símbolo de dicha revolución.
Para la clase dominante es bueno que los explotados se crean el cuento de que deben “aspirar al Poder” porque de esa forma los tiene embelesados con tratar de “conquistarlo”, negándose a sí mismos, como poseedores de su propio Poder.
Por tanto, el Poder de la burguesía no se “toma” sino que se derrota, se somete o se liquida, para que prevalezca el Poder de la clase trabajadora. Pero para esto último la clase trabajadora, debe CONSTRUIR o FORTALECER SU PROPIO PODER, hasta el punto en que pueda derrotar al poder burgués.
El Estado y el poder de la burguesía
¿Cómo hace la clase capitalista o burguesía, que es la minoría de la población, para imponer su Poder sobre las demás clases, que suman la mayoría del Pueblo? ¿Cómo lo hace? Lo hace a través del Estado.
El poder de las clases dominantes se ejerce a través de instituciones como los juzgados, la policía, el ejército, los partidos políticos de la burguesía, la administración pública, el parlamento, etc. Todas estas instituciones y las leyes que las rigen, forman un solo cuerpo interrelacionado al cual le llamamos Estado. Todas esas instituciones son instituciones burguesas y por tanto dicho Estado también es burgués. La dominación de la clase explotadora sobre el Pueblo se ejerce, por tanto, a través del Estado burgués.
De esto se deduce que el Estado burgués NO es el Estado de la clase trabajadora, ni es neutral. Tiene un claro carácter de clase.
El Estado burgués se sostiene y ejerce su dominio por diversos medios:
- Medios ideológicos que legitiman su dominación (la hacen aceptable a los ojos del pueblo), como los medios de comunicación, iglesias, escuelas, a través de los cuales bombardean al Pueblo con mensajes falsos sobre que vivimos en una “democracia” y en un mundo justo.
- Medios políticos y jurídicos que legalizan su dominación, como las instituciones del Gobierno (Congreso, Presidencia, Corte Suprema) que nos hacen creer que quienes toman decisiones nos representan.
- Medios militares que defienden e imponen físicamente su dominación, como la policía, las Fuerzas Armadas, los paramilitares, con los que nos hacen creer que defienden los intereses de todos.
Estos son los instrumentos a través de los cuales la burguesía mantiene sometida a la mayoría de los pobres.
La Fuentes del Poder burgués
En el capitalismo, que es el sistema que nos rige, el principal interés de los capitalistas es mantener su propiedad sobre los medios que producen la riqueza social (como las fábricas, las agroindustrias, los bancos, los latifundios, los grandes emporios comerciales). Reteniendo esos medios, se apropian de la riqueza que produce la clase trabajadora. A esos medios, los llamaremos “Medios de Producción”.
Pero además, hay otro elemento que la clase explotadora guarda muy celosamente: la licencia casi exclusiva del uso de las armas por la policía y las Fuerzas Armadas del Estado burgués.
En consecuencia el Estado Burgués, que materializa el poder de los capitalistas, tiene como principal misión cuidar la propiedad sobre los Medios de Producción y conservar el monopolio en el uso de las armas, porque estos son la fuente de su poder.
En el caso del Pueblo, la fuente de nuestro poder es:
1) Nuestro trabajo, de donde sale la riqueza que se apropian los capitalistas
2) Nuestro numero mayoritario
3) Nuestra organización
4) Nuestra movilización
5) Nuestras iniciativas económicas
Para construir nuestro Poder, debemos fortalecer estas expresiones del Pueblo.
Si la clase trabajadora utilizara ese Poder al 100%, en poco tiempo pondría de rodillas al capitalismo, pues la existencia de este depende del fruto del trabajo de los obreros(as), campesinos(as) y micro empresarios. Pero ese tipo de rebelión popular generalmente no sucede. ¿Por qué?
A diferencia de la burguesía, la mayoría de los explotados y oprimidos no son conscientes de que son explotados, ni son conscientes del Poder que tienen, debido a que predomina en su cabeza la ideología de la clase dominante.
Muchísimas personas explotadas creen que viven en el mejor mundo, o creen que deben sufrir en este para recibir el premio eterno en el otro mundo. Cuando los explotados piensan así, los medios ideológicos de la burguesía están haciendo bien su trabajo.
No hay peor dominación que aquella en la que el dominado está “convencido” de que tal subyugación es lo mejor que le puede suceder.
Por eso, el elemento decisivo para que el Poder de la clase trabajadora pase de ese estado de latencia o potencia a un estado de acción, es que esta logre una conciencia revolucionaria. Una vez lograda, el Pueblo busca hacerse de los medios para construir su poder en lo político, en lo económico y en lo militar para acabar con la injusticia social, y entonces los días del sistema están contados.
2. COMO DERROTAR EL PODER DE LA BURGUESIA
Las tres tareas estratégicas de una Revolución popular
En base a lo anterior, podemos decir que para lograr el triunfo de la causa del Pueblo, lo que hay que hacer no es “tomar” el Estado del enemigo sino cumplir tres tareas estratégicas;
1) Destruir al Estado Burgués mediante una Revolución;
2) Construir nuestro propio Estado popular.
3) Expropiar la fuente del poder burgués que es la propiedad privada sobre los medios de producción y el monopolio de las armas.
Estas son las tres tareas estratégicas de una Revolución Popular con respecto al Poder. Sin realizar esas tres tareas no se puede lograr la sociedad que soñamos.
¿Qué es una Revolución?
Una Revolución es un cambio radical, masivo, rápido e integral que transforma una sociedad desde sus cimientos, en un periodo histórico relativamente corto y con la participación masiva del Pueblo.
¿Qué hace una Revolución? Elimina el Estado de la clase dominante y lo sustituye por uno nuevo para desde ahí hacer las transformaciones económicas, sociales y políticas. Por ejemplo, cambia la Constitución, disuelve o reorganiza al ejército, crear nuevas instituciones que defiendan los intereses el Pueblo y no de los ricos, establece nuevas reglas que afectan los intereses abusivos de los explotadores para beneficiar a los explotados, distribuye la riqueza a todo el pueblo y otras medidas por el estilo.
Para ese tipo de cambios se necesita una Asamblea Nacional Constituyente, que vuelva a fundar el Estado (de ahí la palabra “refundar”) para beneficio del Pueblo.
En ninguna parte del mundo se ha llegado a una Nueva Sociedad conservando el mismo Estado de la clase burguesa, y ninguna revolución ha derrotado de manera definitiva al poder burgués si no le expropia los Medios de Producción ni neutraliza a su fuerza militar.
De lo anterior se deduce que al Estado de la burguesía no se le puede transformar “desde dentro” para convertirlo en un Estado Popular, porque todo Estado burgués está diseñado, está programado, de arriba abajo, para defender los intereses de la burguesía, y esta nunca permitirá que se utilice su Estado contra ella misma.
La experiencia nos demuestra que la clase capitalista prefiere sacrificar su forma de gobierno, mediante un golpe de Estado, antes que permitir que el Pueblo lo utilice en su contra.
¿Tener el Gobierno de un Estado burgués es tener el Poder?
Es frecuente entre los revolucionarios y revolucionarias creer que logrando el Gobierno de un país mediante elecciones, se ha logrado el Poder del Estado, cuando en realidad no es así.
En las secciones precedentes comprendimos que el Gobierno es solo una parte del poder del Estado; de hecho la institución del poder estatal burgués mas importante no es la administración pública, sino la institución armada, tanto el ejército como la policía, sin los cuales ningún gobierno podría sostenerse.
Por eso el peor error que un movimiento popular como la Resistencia puede cometer es confiar que tiene el Poder que necesita para hacer los cambios, sin antes haber desmantelado al ejército de la burguesía, el cual está dispuesto a saltar sobre nosotros en el momento que la oligarquía o el gobierno norteamericano lo crean conveniente.
Como es de dominio público, ese fue el error que cometió el Presidente Salvador Allende en Chile en 1973, y el mismo error cometió en Honduras el Presidente Manuel Zelaya Rosales en 2009, quienes fueron derrocados por militares en los que confiaron casi a ciegas, pero que estaban programados para obedecer directrices de la oligarquía y del imperio.
Por tanto, aunque la Resistencia “accediera” al Gobierno del país, no tendrá el poder del Estado si no destrona el resto de las instituciones burguesas, especialmente a las Fuerzas Armadas, y mientras no le arrebate su fuente de poder a la burguesía: la propiedad privada sobre los grandes medios de producción.
¿Qué pasa cuando no se realizan las tres tareas estratégicas?
Si revisamos la historia latinoamericana del siglo XX, con excepción de Cuba --que si cumplió con esas tres tareas claves-- las demás experiencias donde fuerzas políticas progresistas intentaron construir una nueva sociedad utilizando el mismo Estado oligárquico y respetando la propiedad capitalista, fracasaron. Esto lo podemos ver en la experiencia de Jacobo Arbenz en Guatemala (1954), la experiencia de Salvador Allende en Chile (1973) y por supuesto, la experiencia de Manuel Zelaya Rosales (2009); en todas, los Presidentes reformistas fueron derrocado por sus respectivos ejércitos, mismos que juraron defender el orden constitucional.
En otros casos, como sucedió con la revolución sandinista de 1979, la insurrección popular destruyo el Estado de la burguesía, pero el sandinismo en el gobierno no expropio el poder económico de aquella, y además, volvió a construir un Estado burgués en obediencia a los Acuerdos de Esquipulas II. La consecuencia fue que esa revolución fue retrocedida por los siguientes tres gobiernos de derecha (1990-2008) que siguieron al gobierno del FSLN, teniendo hoy como resultado que Nicaragua sigue siendo el segundo país más pobre de Latinoamérica.[1]
Este principio se aplica también a las experiencias de América del Sur. En Venezuela, Bolivia y Ecuador sus gobiernos han decidido no desmantelar el Estado de la burguesía sino reformarlo para llevar muchos beneficios al Pueblo (es lo que se conoce como “Socialismo del Siglo XXI”). Pero a pesar de que han tenido un importante éxito, sostenido principalmente por sus enormes recursos petroleros y de gas natural –que no los tiene cualquier país--, esas revoluciones seguirán estando amenazadas “desde dentro” porque no han tomado la decisión de afectar la propiedad privada de la burguesía, que es la fuente de poder que mantiene viva a la contrarrevolución.
El avance electoral de la derecha en Venezuela, las intentonas golpistas en Ecuador y en Bolivia ocurridas en 2009 y 2010 demuestran que la burguesía sigue utilizando su poder económico y su influencia en algunas instituciones del Estado burgués para recuperar el Gobierno, en alianza con el Estado norteamericano.
Incluso hay otro peligro aun mayor, y es que por tratar de conservarse con las reglas del Estado burgués, algunos gobiernos progresistas terminen aplicando las recetas neoliberales de los organismos financieros internacionales como el FMI y el Banco Mundial.[2]
Como vimos, solo Cuba logro llegar a una nueva sociedad porque destruyo el Estado de los capitalistas, construyo su propio Estado socialista y expropio a la burguesía, quitándole el poder económico; por tanto, la burguesía cubana en cincuenta años no constituyo un peligro serio para ese proceso revolucionario a lo interno del país. Los problemas que hoy día afectan al sistema socialista cubano tienen un origen externo al sistema, en especial debido a las secuelas del bloqueo que sufrió por medio siglo.
3. REVOLUCION Y REFORMISMO EN EL FNRP
¿Qué concepción tiene el FNRP sobre el Poder?
En el documento de fundación del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), establecido en la Asamblea Nacional constitutiva del FNRP en febrero 2010, hay elementos que permiten responder a esta pregunta.
Dice el texto, que fue consensuado después de profundos debates:
“El FNRP es una organización amplia de lucha política y social, anticapitalista, anti neoliberal, anti oligárquica, anti imperialista, anti patriarcal y anti racista que busca la transformación de las estructuras sociales, políticas, económicas, educativas y de dominación cultural, a través de la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, incluyente y popular, que apruebe la primera constitución política hecha por el pueblo para refundar el Estado de Honduras, eliminando las relaciones de dominación y explotación actuales y creando un sistema de justicia social que garantice el bienestar, la libertad, y dignidad de todas y todos.” (Manifiesto de fundación del FNRP, Febrero 2010)
Resumiendo:
1) El Frente es “anticapitalista”;
2) El Frente “busca la transformación de las estructuras sociales, políticas, económicas, educativas y de dominación cultural”;
3) El Frente busca “Refundar el Estado de Honduras”;
4) El Frente busca “eliminar las relaciones de dominación y explotación”;
5) El Frente busca “crear un sistema de justicia social…”
6) La Constituyente y la nueva Constitución son medios, para lograr esos fines.
Con esta definición el FNRP supera los objetivos que se planteo durante la Primera Etapa de la lucha contra el Golpe de Estado. En aquel momento, nuestras metas se limitaban a: “Restituir al Presidente Zelaya a su cargo”, “Restaurar al orden constitucional” y “Convocar a una Asamblea Constituyente”.
De hecho, las dos primeras tareas de esa primera etapa ya caducaron históricamente, porque se agoto la coyuntura para lograr la restitución del Presidente Zelaya (ahora se plantea su reingreso seguro al país), y por otro lado, la Resistencia ya no está pensando en restaurar el viejo orden sino en crear uno nuevo. Solo queda en pie la idea de la Constituyente.
En pocas palabras, para construir una Nueva Sociedad, el Frente se propone liquidar la Vieja Sociedad, o sea, al Capitalismo. ¿Cómo? Refundando el Estado “a través” de una Asamblea Constituyente. Esta concepción es congruente con lo que hemos analizado en la sección anterior.
Por tanto el Frente es consciente que para liquidar al Capitalismo los hondureños y hondureñas necesitamos hacer algo más que solo redactar un nuevo texto constitucional. Necesitamos hacer una Revolución.
Pero es aquí precisamente donde comienzan las diferencias con el reformismo.
La ilusión reformista
La palabra “reformismo” viene de la palabra “reforma”, que es equivalente a “mejorar algo”. Reformas son, por ejemplo, hacer “más democrático” el Estado capitalista, aumentar el nivel de vida del pueblo con buenos sistemas de salud y educación, garantizar un empleo digno o aumentar los salarios, pero sin acabar con la explotación. Según los reformistas y las reformistas, todo eso se puede hacer dentro del Capitalismo, porque para ellos y ellas este sistema permitiría cada vez mayores beneficios para el Pueblo.
Según los reformistas, a punta de reformas se podría transformar el capitalismo en una nueva sociedad, sin necesidad de quitarles su riqueza a los grandes capitalistas.
El reformismo plantea que para lograr todo eso, no es necesaria una Revolución; que ese cambio puede hacerse utilizando al mismo Estado de la burguesía, bajo el supuesto de que los capitalistas nos dejaran gobernar para quitarles sus ganancias. Es algo así como hacer cambios hasta donde los ricos se estiren.
El politólogo reformista hondureño, Sergio Suazo (2010), lo dice con toda claridad:
“Cuando se piensa en un Frente para el cambio social, en condiciones como las de la sociedad hondureña, en mi criterio, debe prevalecer la lógica de la razón reformista porque ¨no hay revoluciones a la vista, entonces se impone la razón reformadora. La alternativa ya no es enfrentar al sistema para sustituirlo, sino enfrentarlo para modificarlo hasta transformarlo¨”. (Suazo, Sergio: “Frente Amplio, Mas cerca de la Luna que de la Tierra”.- Subrayado es mío)
¿”Modificarlo hasta transformarlo”? ¿Es eso posible en Honduras? El Golpe de Estado del 28 de junio de 2009 demostró que NO es posible, que todo eso es una ilusión.
Por eso en el documento fundacional del FNRP no aparece nada que signifique “modificar” al actual sistema capitalista, ni nada que implique restituir el anterior orden político-institucional del Estado, construido por la oligarquía. Por el contrario, se perfila a la Resistencia como un movimiento que busca una ruptura definitiva y radical con el pasado. En tal sentido la Resistencia es un movimiento revolucionario, no un movimiento reformista.
Por tanto, la ideología de los y las reformistas es contraria a la decisión estratégica adoptada por la Resistencia en su Asamblea de Febrero de 2010.
¿Qué tipo de Revolución necesitamos?
Un defecto de la definición que aprobó el FNRP, citada líneas atrás, es que deja las cosas a medias. Aunque dice claramente que la Resistencia pretende una ruptura con el actual sistema capitalista, no define cual es el sistema o modelo de economía, sociedad y de Estado que propone para sustituirlo.
En respuesta a esa deficiencia, en el bloque refundacional sostenemos que esa Revolución debe ser SOCIALISTA.
¿Qué es el Socialismo? Es la sociedad donde la riqueza es producida y distribuida socialmente, contraria al capitalismo donde la producción es social pero la distribución es privada. En el Socialismo, el centro del sistema es la persona humana y sus necesidades sociales, no la ganancia como en el capitalismo.
¿Qué es una “Revolución Socialista”? Es una revolución que recupera los grandes Medios de Producción, como las fabricas, los latifundios, los bancos, los grandes comercios o empresas de servicios públicos, hoy en manos de la oligarquía burguesa-terrateniente, para pasarlos a manos del Pueblo. Una vez en sus manos, el Estado revolucionario distribuye equitativamente la riqueza a toda la sociedad y progresivamente extingue todas las formas de opresión que el capitalismo incuba en su seno, como el patriarcado, el racismo, el adultismo y otras similares.
Es por esta razón que en el Encuentro realizado en La Esperanza, Intibucá, el 18 y 19 de diciembre 2010 la corriente refundacional propuso que el objetivo de la Resistencia debería ser “construir Poder Popular para derrocar el régimen oligárquico capitalista y refundar el Estado y la Sociedad hondureña en la vía del Socialismo.”
4. LAS ELECCIONES Y SUS PERSPECTIVAS EN LA COYUNTURA ACTUAL
¿Cómo un movimiento popular como el FNRP puede derrotar el poder de la burguesía y lograr un Gobierno Revolucionario que inicie el proceso de cambios en el país?
Hasta ahora, en la Resistencia se le ha dado dos respuestas a esta pregunta: Un sector del Frente propone que esto se lograra participando a través de un “Frente Amplio” en el próximo proceso electoral que convocara la oligarquía, y otro sector proponemos alimentar un proceso de acumulación de fuerzas que nos conduzca a una insurrección popular y a la Auto Convocatoria de la Asamblea Constituyente.
Estrategia y táctica
Para resolver el dilema es necesario distinguir entre Estrategia y Táctica.
Como dijimos atrás, la Estrategia básica de toda Revolución es: 1) Derrocar al Estado Burgués; 2) Construir nuestro propio Estado popular; y, 3) Expropiar la fuente del poder burgués que es la propiedad privada sobre los medios de producción.
Si estas son las tareas estratégicas, los pasos concretos que adoptemos para lograrlas serán las tareas tácticas. Estas últimas no se definen “al molote” sino que debe respetarse algunos criterios.
Las reglas que debe seguir toda táctica son básicamente las siguientes:
- SIEMPRE la táctica debe facilitar el cumplimiento de las tareas estratégicas y NUNCA debe obstaculizarlas, de lo contrario es una mala táctica.
- La táctica debe contribuir a desbalancear la relación de fuerzas a favor del movimiento popular, fortaleciendo su consciencia, su disposición para la lucha y sus expresiones de poder.
- La táctica debe contribuir a neutralizar, debilitar y derrotar al enemigo.
Toda táctica se define tomando en cuenta lo siguiente:
- Nuestros objetivos estratégicos;
- Las condiciones del contexto en que se desarrolla la lucha de clases;
- La situación de nuestro movimiento en relación a nuestro enemigo (“relación de fuerzas”); y
- La Estrategia del enemigo.
En ese camino, ninguna táctica es despreciable: Movilizaciones, huelgas parciales o generales, desobediencia civil pacífica, negociaciones, insurrección popular, lucha electoral, huelgas de hambre, y otras por el estilo, todas son válidas si se siguen las reglas anteriores.
Algo muy importante: El análisis concreto de la situación determinara cual táctica escoger o cuales combinar para lograr los objetivos estratégicos.
Las elecciones como obsesión reformista
A diferencia de los revolucionarios, los reformistas son obsesivos en cuanto a que la única manera de lograr la conducción del país, es a través de participar en los procesos electorales que convoca la burguesía. Para ellos, participar en elecciones burguesas no es un asunto de táctica sino de principio.
Ellos no admiten que se derroque el Estado burgués, sino que abogan porque se le fortalezca, democratizándolo. No apoyan insurrecciones que desestabilizan los gobiernos de la burguesía porque rechazan la violencia política, ni siquiera admiten la autodefensa, aunque el Estado burgués nos trate con violencia. Su objetivo es defender y desarrollar la “institucionalidad” del Estado burgués y no echarla abajo. Por lo anterior, el reformismo es, al largo plazo, una expresión política conservadora del Estatus quo... ¡aunque ilusa!
No es casual que los socialdemócratas, demócratas cristianos y sus variantes, generalmente se les encuentra del lado de quienes defienden el Estado burgués ideal (es decir el “Estado de Derecho” que nos vende la ideología política burguesa) para no tener que derrocarlo. Hacen abstracción de la existencia de las clases sociales para no tener que tomar partido por las clases populares. Y una vez que llegan al gobierno, se comportan como cualquier otro funcionario burgués, olvidándose de hacer las reformas que tocan los intereses de los ricos.
La Estrategia de los revolucionarios para las elecciones en general
Esperar de la oligarquía un espíritu democrático es por regla general tan iluso como esperar que la gran empresa privada democratice sus empresas para que las ganancias sean distribuidas equitativamente entre sus trabajadores(as).
Estamos claros entonces en que la burguesía no va a rendirse y entregar sus bienes por la vía electoral. En consecuencia, los revolucionarios(as) tenemos objetivos estratégicos respecto a las propias elecciones. Esos objetivos son demostrarle al Pueblo que:
- No existe Democracia real para el Pueblo y por tanto que ese no es su Estado y que debe luchar por derrocarlo.
- Que los procesos electorales no sirven de nada en el objetivo de construir el Estado que la clase trabajadora necesita; y
- Que, a la larga, en esta tarea estratégica es inevitable enrumbarse en la vía de la revolución.
Por tanto, cuando los revolucionarios participamos en elecciones no lo hacemos porque creamos que vamos a “ganar el poder” a través de estas, sino porque nos permite acercarnos al Pueblo para demostrarle que, para derrotar el Poder de la burguesía, es necesario utilizar algo más que medios electorales.
Ese es el análisis estratégico.
Las elecciones como táctica de los revolucionarios
Dicho lo anterior ¿debemos despreciar los procesos electorales en nuestra actividad política? Los revolucionarios decimos: no necesariamente; depende de las circunstancias históricas que rodean a cada proceso electoral en particular.
Aunque puede parecer una contradicción, no lo es. Pongamos un ejemplo: Muchos sindicatos son combativos y, cuando de arrancar una conquista se trata, lo primero en que piensan es en hacer un movimiento huelguístico; por supuesto, los revolucionarios estamos de acuerdo con eso.
Pero en muchas ocasiones, los patrones son hábiles y presentan una cara amable a sus trabajadores y trabajadoras; les permiten opinar, se reúne con ellos y hacen que estos les depositen su confianza. En muchos de esos casos la base no está dispuesta a irse a una huelga, sino que prefieren que negociemos con el patrono “por las buenas”. Desde el punto de vista de un revolucionario eso es una ilusión, ya que sabemos que el patrono busca burlar las aspiraciones de la base. En esos casos, nuestro primer deber es explicar a los compañeros(as) que se trata de una treta y que no debemos confiar sino solo en nuestra lucha. Si a pesar de eso, no convencemos a la base, nuestro deber es acompañar a la clase trabajadora en la negociación, con una actitud beligerante y no claudicante, para desgastar sus ilusiones en la práctica. Así comprenderá mejor por que es necesario irse a la huelga.
De igual manera, el análisis concreto de la realidad es el que nos indica que táctica utilizar.
No podemos desconocer que, en algunos regímenes burgueses, existe cierto juego democrático que la clase dominante tolera para hacer su dominación más potable a sus pueblos, siempre y cuando, por supuesto, no ponga en serio peligro sus intereses estratégicos.
En esos casos es factible a los revolucionarios utilizar la participación electoral para nuestros fines. Su valor táctico consiste en que los procesos electorales pueden usarse como una tribuna pública para hacer propaganda de las ideas revolucionarias ante las grandes masas populares, para prestigiar los líderes de la clase trabajadora y para crearle “cuñas” de representación en el parlamento y en las alcaldías que dificulten su dominación, pero, sobre todo, para demostrar que el poder real no se alcanza con elecciones.
Ahora bien, utilizar la táctica electoral es un arma de doble filo que implica serios riesgos tanto para el Pueblo que se quiere concientizar como para la organización revolucionaria.
¿Qué peligros conlleva la participación electoral? Algunos de esos peligros son:
- Como las elecciones no son nuestro terreno sino el de la burguesía, esta establece las reglas del juego y tenemos que jugar con estas, lo que aumenta la posibilidad del fracaso y de la frustración.
- Las elecciones desvían la atención de las luchas sociales, distrayendo a la clase trabajadora y a sus dirigentes de su actividad, desgastando sus recursos y disminuyendo en estos su combatividad.
- Estos procesos se prestan para escenarios de corrupción y cooptación de cuadros del Pueblo por parte de los políticos burgueses, tanto en el proceso electoral en si como en el ejercicio de los cargos públicos.
- Los procesos electorales alimentan las ilusiones en el pueblo acerca de que por esa vía se puede “conquistar el poder”.
- En algunos casos los revolucionarios terminan creyéndose el cuento de la democracia burguesa y se acomoden al sistema político, volviéndose reformistas.
Por lo anterior, se requiere que en el análisis de los procesos electorales concretos, se tomen en cuenta esos peligros y además los siguientes requisitos para que tal participación electoral pueda ser vista como una táctica inevitable y valida.
- Que existan ilusiones en la mayoría de la población de que solo por esa vía es posible llegar al gobierno del país.
- Que exista un juego democrático mínimo que la burguesía esté dispuesta a respetar, expresado a través de una ley electoral con cierta apertura, una tradición de respeto a los resultados electorales, representación en los organismos electorales, etc.;
- Que la participación electoral no debilite al movimiento popular, ni desvíe sus luchas cuando estas tienen posibilidades de éxito en la lucha de clases concreta; y,
- Que no forme parte de una estrategia extraordinaria del enemigo de clase o del imperio para salvar al Estado burgués ante la posibilidad de una revolución.
No tomar en cuenta estos criterios y aventurarse al apoyo de cualquier proceso electoral, podría alejarnos de nuestros objetivos estratégicos en lugar de contribuir a estos.
¿Reúne estas características el proceso electoral hondureño en la actual coyuntura?
Elecciones Pre Golpe y Post Golpe
En el caso específico de Honduras, podemos distinguir dos momentos distintos. Antes del Golpe de Estado y después del Golpe.
Elecciones antes del Golpe
Desde el año 1997 hasta el año 2009, es decir antes del Golpe, los sucesivos gobiernos de Callejas, Carlos Roberto Reina y Carlos Flores se vieron en la obligación de hacer o tolerar una limitada apertura política a la izquierda, específicamente a las fuerzas aglutinadas en la UD, como resultado de la presión de la insurgencia centroamericana y de los “Acuerdos de Paz” de los años 80s, en una coyuntura promovida por el Departamento de Estado norteamericano. De esa forma la UD fue legalizada por el gobierno de Rafael Leonardo Callejas en 1993.
La oligarquía hondureña termino aceptando esa apertura porque tolerar una reducida representación parlamentaria de la izquierda, que no ponía en peligro al bipartidismo, le daba créditos políticos ante el mundo y ante la misma población, ganando legitimidad el sistema político. Asimismo, complemento esa decisión con reformas como el voto domiciliar, el voto separado y la representación proporcional, para revitalizar los procesos electorales que eran presa de descredito.
Posteriormente, los cambios políticos en Suramérica y el desgaste progresivo del mecanismo electoral en Honduras, obligaron a la burguesía a hacer una segunda generación de reformas político electorales, para reforzar el desgastado sistema electoral, como el voto con foto y el voto cruzado.
El siguiente grafico refleja la recuperación que tuvo el sistema electoral en las elecciones de 1997 y 2001 como resultado de esas reformas. (si no ven el grafico, consultese la version PDF anexa)
(
Fuente: TSE.
En esas condiciones era muy difícil para los revolucionarios argumentar en contra de las elecciones y nuestro deber era acompañar al pueblo en su experiencia para desgastarlas. De ahí que fue correcto hacerlo a través de un partido como la UD, que en ese entonces era una buena alternativa de izquierda frente al bipartidismo.
Mas a partir del gobierno de Ricardo Maduro la ventana comenzó a cerrarse. Una serie de contrarreformas comenzaron a hacerse con el efecto de disminuir la tolerancia en las voces disidentes y opositoras, no solo de la izquierda sino también del reformismo.[3]
Ese proceso contra-reformista tuvo como consecuencia una disminución del caudal electoral global en los procesos primarios y generales de 2005 (Ver Gráfico 2)
Fuente: TSE
Esa tendencia también se vio reflejada en el aumento del abstencionismo electoral. Lo muestra la estadística electoral de los últimos cuatro procesos electorales. El abstencionismo en 1997 fue del 27.57 %, en 2001 fue del 33.64 % y en 2005 fue del 49.76%, casi el doble del primero (TSE)
En otras palabras las elecciones de los últimos seis años marcan una declinación de las ilusiones del pueblo en la democracia burguesa hondureña. Esa declinación se reflejara posteriormente en una crisis de confianza generalizada en las distintas instituciones del Estado burgués.
El masivo apoyo del pueblo a la histórica huelga de fiscales de 2008 refleja hasta qué punto estaba deteriorada la confianza de la población en sus funcionarios gubernamentales.
Las Elecciones de Noviembre de 2009
Es sabido que las elecciones de 2009, posteriores al Golpe, fueron un proceso destinado, no a hacer la normal repartición del pastel entre las fuerzas políticas de la burguesía, sino que se constituyeron en la tabla de salvación del régimen golpista de Roberto Micheletti para blanquear el Golpe de Estado.
En reacción a esto, el Frente Nacional Contra el Golpe de Estado determino que no podía prestarse a esa maniobra y llamo a la abstención. La Resistencia liberal declaro disciplinarse a esa consigna, aunque era de la opinión de participar en el proceso. Por tanto, la expectativa era que la tendencia abstencionista se profundizaría y que diera un salto cualitativo, con el efecto de no legitimar al régimen de Porfirio Lobo Sosa.
No obstante, la información disponible indica que esa previsión no ocurrió.
Como el Tribunal Superior Electoral no constituye una fuente confiable de información respecto a ese proceso, solo podemos atenernos a la observación sistematizada por diferentes encuestas realizadas antes y después de dichas elecciones.
El “Estudio de Opinión Publica” de Consultores en Investigación de Mercados y Opinión Publica S. de R.L. (COINMER, agosto de 2009), antes de las elecciones, informaba que el 66.4% de las personas encuestadas opinaba que “deben realizarse las elecciones” y el 53.8% aseguro su intención de votar[4]. Después de las elecciones, el IUDOP, una prestigiosa entidad académica de la UCA de El
Salvador, realizo un estudio denominado “Percepciones sobre la Situación Política y Evaluación del primer Año de Gobierno de
Porfirio Lobo Sosa” (diciembre de 2010) en el que se revela que el 60.1% de los encuestados ejerció el voto en las elecciones de noviembre de 2009, pero del 39.9% restante que no voto, solo el 39% se abstuvo por desconfianza con el proceso o con los candidatos(as).[5] Es decir que el porcentaje de abstención en lugar de aumentar disminuyo en unos 10 puntos respecto a 2005,
cuando fue casi del 50% (TSE).
Llama la atención que los porcentajes encontrados por dos estudios independientes uno del otro, son bastante similares, lo que indica que gozan de credibilidad.
¿Qué sucedió? Al ahondar en la información disponible, podemos observar que en agosto 2009 el 62.4% de los liberales opinaban que debían realizarse las elecciones y que el 52.8% estaban dispuestos a ir a las urnas (COINMER)
Fin de la PRIMERA PARTE, continua con la segunda parte